Tengo la impresión y la certeza de que algunos de los acontecimientos que vienen protagonizando la vida política municipal en las últimas semanas, han puesto de manifiesto la necesidad de replantear las ideas y estrategias para construir el futuro de nuestro pueblo. Fundamentalmente, son dos los asuntos de actualidad que me han hecho reflexionar sobre determinados errores que se cometieron en la gestión de cuestiones que, ahora que vivimos tiempos de cambio, resultan muy importantes para nuestro desarrollo social y económico. Me refiero, por un lado, a la votación plenaria en la que finalmente quedó descartada –por ahora– la constitución de La Rábita en Entidad Local Autónoma; y por otro, a las voces que hablan de abrir nuevamente negociaciones para llevar a cabo un proyecto de limpieza, defensa y reforma de nuestra costa.
Como digo, se trata de dos viejos temas que, sin embargo, reaparecen en un contexto que nada tiene que ver con el del tiempo en que surgieron por primera vez. Si echamos la mirada diez años atrás, seguramente nos daremos cuenta de lo que ha cambiado el mundo, y de lo que hemos cambiado nosotros (lamentablemente, La Rábita no ha cambiado en nada). Cosas que antes eran buenas para el desarrollo de un pueblo, es posible que ya no lo sean tanto; sectores que pudieron ser el motor de una economía, ahora resultan un lastre para su crecimiento; proyectos que tuvieron validez y sentido, ahora es posible que ya no lo tengan; personas que tuvieron oportunidad de gestionar los asuntos públicos, seguramente ya no están en condiciones de hacerlo. Y esto puede aplicarse en los ámbitos local, autonómico, estatal e, incluso, global. En tiempos de cambio como los que vivimos hoy; en un mundo que avanza rápidamente por el desarrollo económico, social y, ante todo, tecnológico; y en una sociedad en constante e imparable transformación, y cada vez más difícil de comprender; hay que tener mucha precaución, y sobre todo, altura de miras para no volver a cometer los errores del pasado. Muchas veces ocurre que cuando tratamos de resolver nuevos asuntos, retos y cuestiones de la vida pública que van surgiendo con el lógico transcurrir de los tiempos, acudimos a fórmulas pasadas que nada tienen que ver con los esquemas sociales, económicos e incluso mentales del presente; y esto nos lleva inevitablemente al error y, por ende, al fracaso. Como ejemplo, piensen en el urbanismo y en su gestión: teniendo en cuenta los cambios que se han producido en el sector en el último año, ¿tendría sentido aplicar las políticas urbanísticas e inmobiliarias de hace diez años? Obviamente, no lo tiene. No hay que ser un genio, pues, para saber que para cada tiempo y cada contexto existe un modelo político; modelo que debe ser adecuado para explicar el presente, y resolver los nuevos problemas y conflictos que surgen en él.
En gran parte, han sido los errores y fracasos provocados por la falta de precaución y altura de miras, por la excesiva improvisación, por la ausencia de buena fe, y por el pensamiento cortoplacista, los que han llevado a La Rábita a la situación actual: nuestro pueblo está sumido en una profunda espiral de subdesarrollo –sí, subdesarrollo– político, social y económico.
Una de las cosas que más me llama la atención de La Rábita es la autocompasión continuada con la que, tanto su gente como sus líderes políticos, hablan cuando a ella se refieren. La autocrítica y el realismo han brillado por su ausencia, y de ahí que no hayamos sabido identificar nuestros defectos y nuestras carencias, y por ende, centrar nuestro esfuerzo en paliarlas. Para muchos todo estaba bien, cuando en realidad todo estaba y sigue estando mal. Siendo, pues, autocrítico y realista, me doy cuenta de que hoy por hoy La Rábita no tiene nada que ofrecer. En La Rábita no se vive bien. Y no es sólo que no dispongamos de unas infraestructuras básicas, ni alternativas de cultura y ocio, ni de un mínimo estándar de bienestar; sino más allá de esto, no tenemos definido –o tenemos mal definido– qué queremos ser, dónde queremos llegar, y qué queremos ofrecer. Si hacemos el ejercicio de respondernos a estas preguntas, muchos acudirán a soluciones pasadas, caducadas, que actualmente no sirven para desarrollarnos como pueblo ni como sociedad, teniendo en cuenta el mundo de hoy.
Ante la pregunta de qué ofrece La Rábita a quienes viven en ella, muchos, y algunos de ellos cegados por un fanatismo incomprensible (hay que tener en cuenta que lo malo del fanatismo –como de la locura– es que quienes lo padecen no son conscientes ni capaces de reconocer que lo padecen), responden que nuestro pueblo es, por ejemplo, bonito y tranquilo. Es decir, La Rábita ofrece belleza y tranquilidad. Lo de la belleza no estoy en condiciones de negarlo, pues, como se sabe, para gustos hay colores y sobre ellos no hay nada escrito. Lo de la tranquilidad es más discutible. Pero como éste no es el fondo del asunto, pongamos que es cierto que La Rábita es bonita y tranquila. Pero, ¿de qué sirve la belleza y la tranquilidad en un lugar donde los servicios básicos (luz, limpieza, infraestructuras,…) son deficientes o inexistentes?, ¿de qué sirve en un lugar donde no hay espacios para la práctica y el disfrute de la cultura y el deporte, y cuando los hay están en un estado lamentable? Casi cualquier pueblo de nuestro entorno –y de más allá de él– está en condiciones más o menos aceptables de ofrecer todo esto. Cuando salgo de mi pueblo y veo a la gente disfrutando de funciones de teatro, de sesiones de cine, de conciertos, de bibliotecas, de pistas y competiciones polideportivas… sólo puedo pensar que en el mío hay jóvenes –y no tan jóvenes– que no han disfrutado en su vida del infinito placer que se experimenta viendo a unos actores representando en vivo una obra de teatro, que no han disfrutado de un concierto de jazz o un espectáculo de flamenco en una noche de verano, que no han visitado nunca una biblioteca, ni han visto un exposición fotográfica, que no han disfrutado ni aprendido con la cultura. Y éste, el importante ámbito de la cultura, es sólo un ejemplo de nuestra tragedia. Eso sí, la mayoría de los rabiteños –como la mayoría de los vecinos del municipio–¬ no han dejado nunca de trabajar, sin encontrar en su pueblo las contraprestaciones que merecen. Esto es digno de orgullo, pero igualmente trágico.
Ahora pónganse en la piel de alguien que no es de aquí: ¿vendrían ustedes a pasar unas vacaciones a un lugar que lo único que ofrece son, en este ámbito, repetitivos conciertos diarios de una orquesta que ameniza los paseos nocturnos con éxitos de más que dudosa calidad, y que escuchados una y otra vez –como se escuchan aquí– pueden llegar a ser una tortura?, ¿vendrían a pasar unas vacaciones a un lugar donde el acceso a internet es tercermundista?, ¿vendrían a un lugar donde hay cortes de luz a diario?, ¿vendrían a un lugar con una playa sucia y abandonada?, ¿vendrían a un lugar donde, a parte de los bares, no hay ninguna alternativa de ocio y cultura?. Yo, desde luego, no. Y no es que esté mal que se promueva y se ayude a bandas musicales y grupos folclóricos de aquí, ni está mal que haya un bar en cada esquina (queramos o no, forma parte de nuestra idiosincrasia); pero es necesario acompañar esto con cosas que mejoren nuestra vida, y la de aquellos que vengan a visitarnos. Más adelante, profundizaré en este aspecto, y en la necesidad de que nuestro pueblo no se estanque en el llamado “turismo de sol y playa”, primero porque está completamente desfasado y es deficitario económicamente hablando, y segundo porque carecemos de unos servicios básicos que lo hagan atractivo (recordemos: hay que ser realistas, aunque sea desagradable). También, y al hilo de esto, hablaré de la necesidad de generar valor añadido a nuestro turismo a través de la explotación de nuestro gran potencial histórico, artístico y cultural, que, aun estando ahí, todavía no los hemos visto, o no lo hemos querido ver. Pero no adelantemos acontecimientos, y sigamos por donde lo había dejado.
A todo esto, nuestros líderes políticos siguen en sus trece, peleándose por la ELA y por un paseo marítimo de muchos quilómetros de largo, sin darse cuenta de que la vida en La Rábita es cada día peor; que los jóvenes se están marchando poco a poco a lugares donde se vive mejor; que hay gente que no sabe que “allá afuera”, más allá de los límites de la rambla, lejos de este maravilloso oasis que para algunos es La Rábita, hay millones de cosas que no conocen y que desde todos los puntos de vista mejorarían su vida y su bienestar. Resulta paradójico que siendo un pueblo tan pequeño, los que nos gobiernan no conozcan lo que está pasando. ¿Será lejanía, desconocimiento, o que ante los problemas prefieren esconder la cabeza como los avestruces?
El asunto estrella, y por el que quiero comenzar es, sin duda, el de la Entidad Local Autónoma. Antes de nada, quisiera dejar claro que, en mi opinión, por supuesto, La Rábita y sus vecinos tienen todo el derecho del mundo a reivindicarla y a tenerla; y por ello, hacen bien en luchar por ella. Al fin y al cabo, la ELA no es algo demasiado relevante, o no tanto en comparación con otras cosas, como tener unos servicios básicos que se correspondan con los impuestos que pagamos. Pero ni estos vecinos ni el PIRL, partido que hace de (y una cosas es “hacer de” y otra muy distinta es “ser”) abanderado la causa, se han dado cuenta de que lo importante no es estar a favor o en contra de la misma. Quienes se enroscan y se enzarzan en discusiones sobre si la ELA conviene o no a La Rábita, arman su argumentario en torno a la defensa de un simple “sí” o “no”; cuando en realidad, antes de responder, hay que hacerse más preguntas que, sobre todo, tengan que ver con nuestro desarrollo social y político, así como nuestro nivel económico (pero no lo que tuvimos, ni lo que tendremos; no nuestra historia, ni nuestro futuro; sino lo que tenemos, lo del ahora, lo del presente). Dos preguntas que, antes de entonar el pro o el contra, tendríamos que hacernos son: ¿el camino ha sido el correcto?, ¿ha sido adecuada la estrategia? Desde luego que no, y la prueba es que, más de diez años después, seguimos como al principio: sin ELA.
El primer error, desde mi punto de vista, fue constituir un partido político para conseguir la ELA, cuando lo ideal hubiera sido crear una plataforma vecinal que, formada por personas con diferentes ideas y opiniones, ejerciera presión sobre los partidos como ente paralelo pero desde fuera de las instituciones políticas. Esto hubiera dado mucha más legitimidad y mucho más apoyo a la causa de la autonomía, y al mismo tiempo hubiera alejado a los líderes del movimiento no sólo de los compromisos propios del ejercicio de la política, sino también de las corruptelas y demás vicios que a veces, por desgracia, lo acompañan. Cuando un partido, como el Partido Independiente de La Rábita, entra a formar parte del mapa político municipal, comienza, lógicamente, a formar parte también de su juego. Me refiero con ello a participar en pactos y a posicionarse en otros temas que nada tienen que ver con su objetivo principal. Esto le ha pasado al PIRL. Centrados única y exclusivamente en la consecución de la ELA por encima de todo, se han olvidado de que hay otras cosas que son tan importantes o más. Al final de todo, no han conseguido lo que querían; han sido engañados en repetidas ocasiones; han cedido en gran parte de sus pretensiones (no olvidemos, por ejemplo, el recorte territorial); han cambiado de discurso e incumplido promesas (hay que acordarse, por ejemplo, de la depuradora); ha entrado a formar parte de gobiernos que, como el actual, han sido un verdadero desastre. Sí: el PIRL siempre dijo que, por encima de todo, estaba la ELA. Hasta ahí, todo perfecto. Pero, repito, resulta que en política hay mil y un temas más que son tan importantes como la ELA, y de los cuales se han olvidado por completo (no pongo ejemplos. Cualquier cosa sirve. Piensen en cualquier problema que tenga La Rábita, y piensen en lo que ha hecho el PIRL para resolverlo, y entonces verán a lo que me refiero). El resultado es que, además de no conseguir que La Rábita se haya constituido como ELA, tampoco han conseguido mejorar en nada nuestras infraestructuras, nuestros servicios, nuestra cultura… Todo está peor. En definitiva, creo que los vecinos unidos con un claro objetivo y ejerciendo presión sobre los partidos, hubieran sido más efectivos que un partido haciendo política dentro del Ayuntamiento. En este sentido, aquellos rabiteños que apoyen la constitución de la ELA para su pueblo, no tendrían que gastar fuerzas en preguntar a los partidos si están o no de acuerdo en que se apruebe, sino que debería gastarlas en presionarles para que hicieran suya esta reivindicación, independientemente de la postura que, a priori, dichos partidos tengan sobre el tema.
Por otro lado, una vez cometido el error de participar en política como partido, han sido muchos los errores estratégicos. Ciegos por el objetivo único, se han dejado conducir por gente que, más allá de sus dotes personal y profesionales, tienen mucha más experiencia en el terreno de juego de la política; viéndose arrastrados, al mismo tiempo, a incumplir promesas que habían hecho a todos sus votantes y a todo un pueblo. Si ya resultó un grave error el pacto con el CPM de José Sánchez allá por el año 2003, cuando fueron engañados por éste al no cumplir su promesa al respecto de la ELA; lo fue mucho más volver a pactar con él cuatro años después (tras prometer que no lo harían), volviendo a ser nuevamente engañados, a pesar de que todo el mundo sabía lo que iba a pasar. Sin embargo, esto no es lo más grave. Entre tanto, con el beneplácito del PIRL y de sus representantes en el Ayuntamiento, nuestro pueblo seguía (y sigue) abandonado y en un estado lamentable sopena de la pésima y desastrosa gestión del régimen sanchista. Los dos concejales del PIRL, votaron la investidura como alcalde del mismo que unos meses atrás les había engañado, y votaron y apoyaron cualquiera de sus propuestas aunque estas fueran perjudiciales para La Rábita, traicionando así a todos los que habían apoyado y votado su programa. Para ellos la ELA era lo más importante, y no se daban ni se dan cuenta de que el enfoque es el equivocado, y sobre todo, que estaba en juego gran parte de nuestro presente y nuestro futuro. Han demostrado así una absoluta carencia de pensamiento a largo plazo, de altura de miras, de responsabilidad; además de una incapacidad total para defender los intereses de La Rábita.
Para el PIRL, la ELA es la gallina de los huevos de oro. Para ellos, es algo que nos proveerá un desarrollo y una felicidad nunca antes experimentada. Pero no se han dado cuenta que la ELA no debe ser la herramienta para construir el desarrollo, sino que es el producto final que debe surgir de este desarrollo. La ELA, de por sí, no nos va a dar buenas carreteras, ni buenos saneamientos, ni internet rápido y accesible, ni va a terminar con los cortes de luz, ni va a traer la limpieza a nuestras calles y a nuestra playa. Sin embargo, si desde hace diez años se hubiera trabajado por mejorar nuestros servicios y nuestras infraestructuras, seguramente La Rábita ya sería una ELA, porque tendría unos niveles de desarrollo social y un crecimiento económico adecuado para ello. Una descentralización económica y administrativa –como la ELA– no justifica el desarrollo por sí misma; pero el desarrollo sí justifica dicha descentralización.
Pero esto no es lo único. Además de su estrategia política, su estrategia social ha sido equivocada desde el principio. El PIRL planteó el tema de la ELA como una guerra que el pueblo de La Rábita libraba contra Albuñol. Como diría Ortega y Gasset: “no era esto, no era esto”. Como en todas las guerras, en esta había héroes y también villanos. Había unos buenos y unos malos. Los buenos no eran los rabiteños, sino aquellos rabiteños que apoyaban la causa de la independencia. Los rabiteños que, ejerciendo su libertad de opinión, y, como todos, buscando también lo mejor para su pueblo, no apoyaban la ELA, eran traidores más peligrosos aun que los propios enemigos. Por su parte, los malos no eran sólo los vecinos de Albuñol, sino ellos y los traidores rabiteños (si algún día soy profesor, y tengo que explicar a mis alumnos qué es el fascismo, tengo aquí un gran ejemplo). Como en todas las guerras, por supuesto, había un pueblo invasor y torturador que subyugaba la libertad de unos pobres indefensos. Además, había que dejar bien claro que los malos son muy malos, y que todo lo que tiene que ver con ellos es malo (sin darse cuenta de que, nos guste o no, tenemos mucho que ver con ellos, como por ejemplo, cientos de años de historia y una cultura en común). Por supuesto, como en todas las guerras, había que buscar una justificación histórica a la causa. Indagar en el pasado para encontrar una justificación del porqué ellos son malos y nosotros buenos. También había que re-educar a la gente. Buscar eslóganes y discursos fáciles, que calaran en la gente. También mostrar ilusiones a través de trucos y mentiras… El eterno discurso del “ellos contra nosotros”. El mismo discurso que usan los extremistas (ya sean derechistas, izquierdistas, nacionalistas, racistas, homófobos, etc.…) para justificar su discurso. Me consta que la mayoría de los miembros del PIRL no son nada de lo anterior, algunos, más bien, todo lo contrario; pero por eso mismo siento más pena. Han usado el enfrentamiento y las “medias verdades” (que son peor que las mentiras) para lograr su objetivo. No se estaban ni se están dando cuenta de que con el uso de este discurso radical, de enfrentamiento, de guerra, de las medias verdades, estaban convirtiendo en ilegítimo un objetivo que, a priori, es justo y lógico. Yo, en lugar de esto, hubiera apostado por dos cosas: diálogo, verdad y pedagogía.
Pienso que con diálogo, verdad y pedagogía todo hubiera sido más fácil en lo que a consecución de la ELA para La Rábita se refiere. En primer lugar, habría que haber dialogado con todas las fuerzas políticas y todos los sectores sociales y profesionales. En lugar de ello se optó por enfrentar y acusar de traición a todos aquellos que no participaran de las ideas del PIRL (cualquiera que luchara por su pueblo desde el PSOE, desde el PP, o cualquier otro partido, era automáticamente considerado un traidor). Explicarles qué quiere La Rábita, y cuáles serían los beneficios que se obtendrían. En lugar de ello, se optó por pedir la ELA apelando a un sentimiento patriótico realmente disparatado. Explicar a los vecinos de todo el municipio qué es una ELA y lo que supone realmente. En lugar de ello, se optó por callar o por elevar ciertas categorías, creyendo erróneamente que así aumentarían los apoyos. Explicar y convencer a los vecinos de Albuñol las ventajas que les darían que La Rábita fuera una ELA, y a los vecinos de La Rábita las ventajas, pero también los inconvenientes. En lugar de ello, se optó por culpar a Albuñol de todos nuestros males, sin explicar ni justificar nada más. Hablar y negociar con todos los niveles de nuestra administración, con todos nuestros representantes políticos. En lugar de ello, se optó por callar o, en el mejor de los casos, hablar de otras cosas. Y todo ello debería haberse hecho con sinceridad y con verdad. Sin manipular a la gente, ni engañarla, ni utilizar –por ejemplo– las fiestas del pueblo como plataforma para defender un discurso político (en este sentido, algunos del PIRL se justifican diciendo que ellos no fueron los primeros en usar políticamente las fiestas. Es verdad, pero es un argumento tan falaz como el del ladrón que se justifica apelando a que él no fue el primero en robar. Si ves que alguien hace algo mal, critícale, corrígele… pero no hagas tú lo mismo, o quedarás a su altura). Como digo, todo ello hubiera sido más fácil, más efectivo y mucho menos costoso. Pero se eligió otro camino… el camino contrario, y los resultados son los que son. Con ellos en la mano, no les debiera extrañar que muchos pensaran que han estado ahí únicamente para defender los intereses personales de quienes, dando la cara o no, han representado y liderado al partido.
No voy a concluir diciendo que me gustaría que el PIRL desapareciera del escenario político municipal, sino todo lo contrario, porque como dije al principio, defiendo el derecho que cada persona tiene a presentarse a una elecciones y a representar a los ciudadanos. Y además, cuantas más opciones donde elegir haya, mucho mejor. Pero visto lo visto, y dicho lo dicho, si estoy en condiciones de afirmar que el PIRL ha perjudicado mucho más de lo que ha beneficiado a La Rábita. El PIRL ha sido el partido que más daño ha hecho a los intereses de La Rábita desde la reinstauración de la democracia. El coste de tener al PIRL en política ha sido muy alto para todos los vecinos de La Rábita. Y la prueba de ello se ve dando un paseo por cualquier calle a cualquier hora.
Hecho el daño, les animo a que de cara a las próximas elecciones, reflexionen profundamente sobre la estrategia que han seguido hasta ahora, así como sobre su forma y sus maneras a la hora de hacer política. Tampoco estaría de más, dada la coyuntura actual, que pidieran perdón a ese pueblo de La Rábita al que tanto les gusta acudir para erigirse en sus legítimos representantes –o al menos, a esa parte del pueblo que les dio su confianza en las pasadas elecciones–, por todos los perjuicios que ha acarreado su actitud, su empecinamiento, su ceguera, y sus decisiones en los últimos años.
De igual forma hay que animar a los vecinos y vecinas de La Rábita a que, de cara a las próximas elecciones, reflexionen sobre lo importante que es su voto (aunque no lo crean), y el uso que se haga de él en el Ayuntamiento; sobre lo que han tenido y lo que tienen; sobre los resultados y trabajo del PIRL y su reflejo en el (sub)desarrollo del pueblo. Que lo hagan quitándose de encima, en la medida de lo posible, todos los prejuicios ideológicos u opiniones sobre la ELA. Pensando, como decía al principio en el largo plazo, con altura de miras. Teniendo en cuenta las cosas que de verdad importan, los problemas que, como ciudadanos, de verdad tenemos. Si lo hacen, es posible que también lleguen a la conclusión de que se han cometido demasiados errores, que han sobrado palabras, que ha sobrado propaganda, fanatismo… y de que ha faltado responsabilidad, y han faltado ideas. O, al menos, buenas ideas.
Continuará…
V. D. L. R., un vecino cualquiera de La Rábita (¿qué más da?)
(Quiero agradecer la oportunidad que me brinda este foro para expresar mi opinión sobre temas que considero de importancia para los vecinos del municipio. Soy consciente de los ataques que ha recibido este espacio por parte del poder municipal establecido. Normalmente se cumple a rajatabla eso de “dime lo que tienes y te diré de lo que careces”, y esto no ha sido una excepción, ya que algunos que presumen de amar y defender la libertad y la democracia, son los que menos han soportado que se abra en nuestro municipio un lugar donde todos puedan expresar su opinión libremente. Por suerte, a lo largo de la historia, también se cumple algo: los tiranos siempre pierden, y la libertad se acaba imponiendo.
También quiero felicitar a los creadores de esa nueva iniciativa llamada Progresistas por el Cambio. Más allá de cualquier valoración, es muy positivo que surjan nuevas opciones, que propongan cambios y nuevas ideas en una política que se encuentra demasiado estancada. Y la política, como el agua, no conviene que se estanque demasiado. También es muy positivo que cada vez haya más opciones donde elegir (y también, no nos engañemos, más opciones a las que criticar). Ello es muy bueno para el normal desarrollo de nuestra democracia, y también para el enriquecimiento de un debate que intenta ser silenciado de una forma que no corresponde que los tiempos en que vivimos. Muchos ánimos, mucha suerte. El cambio siempre es posible y necesario.)
27 de mayo de 2010
Nuevos planteamientos y nuevas ideas I: la ELA desde otro prisma
Etiquetas: Actualidad, ELA
Suscribirse a:
Entradas (Atom)