9 de junio de 2010

Nuevos planteamientos y nuevas ideas II: presente y futuro del turismo.

Hace días leí en el periódico que el Ayuntamiento estaba pensando en reabrir negociaciones para retomar el tan manido y efímero proyecto sobre defensa, limpieza y reforma del litoral de nuestro municipio. Son ya muchos los años en los que se ha oído hablar de esto; e incluso hace no tanto tiempo, algunas personas –en su mayoría adscritas al PIRL– nos aseguraban plano en mano que estaba ya hecho, y que en “pocos meses” iba a iniciarse la obra (siempre aciertan). La lectura de la noticia –o más bien, de la “no noticia”¬– me llevó a preguntarme cómo es posible que se haya dilatado tanto en el tiempo una reforma que es necesaria e improrrogable. Al mismo tiempo, me hizo reflexionar sobre el pasado, el presente, y el futuro del turismo en nuestro municipio, y de su gestión como sector que debería ser clave en nuestra economía, pero que no lo es, una vez más, sopena de nuestros representantes políticos.


No sé si será esa especie de inercia que tenemos los humanos a continuar con las prácticas de nuestros antecesores en todos los ámbitos de la vida –aunque éstas hayan sido erróneas¬–, o la simple incertidumbre –y en algunos casos, miedo– a los cambios que lamentablemente nos caracteriza ¬–incluso a esos que se hacen llamar socialistas (y, como siempre, no es lo mismo “hacerse llamar” que “llamarse”)–, lo que ha provocado que nuestra política, ya sea en ideas ya sea en estilo, haya cambiado muy poco, no sólo desde que se volvió a instaurar un sistema democrático en el ámbito municipal allá por 1977, sino, más allá, desde que la dictadura totalitaria de Franco instauró en los municipios un sistema caciquil más digno del Medievo que del siglo XX. En efecto, nuestro pueblo, y no sólo en lo que a turismo se refiere, ha permanecido incorrupto (y he dicho, atención, nuestro pueblo) a los inevitables cambios que impone el tiempo y la historia.

Han pasado muchas cosas desde entonces; y conforme iban pasando, nuestro país y sus gentes iban cambiando. Desde un punto de vista turístico, creo que son tres los últimos puntos de inflexión que han provocado modificaciones relativas en nuestra economía y en nuestra sociedad al ritmo que marcaba el desarrollo del país: obviando la tragedia del 73, que supuso un claro punto de cambio en otros ámbitos, creo que éstos fueron el boom económico de los años 60, y el desarrollo del turismo de “veraneo” a mediados de los 80. Por un lado, los efectos del desarrollo económico que vivió nuestro país tras el plan de regeneración económica llevado a cabo por los gobiernos tecnócratas del franquismo a finales de los 50, tuvo efecto, sobre todo, en un ámbito urbano, quedando el ámbito rural relegado a un segundo plano que lo dejó, en gran medida, enclavado en épocas anteriores. Sin embargo, es cierto que a partir de los 60, los núcleos rurales que estaban situados en el litoral, vieron como empezaban a llegar en época estival visitantes del extranjero, sobre todo del centro y norte de la Europa occidental. Estos fueron los primeros “turistas” que visitaron en cantidades relevantes nuestro pueblo, buscando la tranquilidad y el exotismo que anunciaba el famoso eslogan de la época “Spain is different”. Con la llegada de la democracia, las infraestructuras relacionadas con el turismo mejoraron considerablemente, aunque por desgracia, sólo en La Rábita (tanto El Pozuelo, como Albuñol y los demás núcleos de población no experimentaron mejora alguna en lo que a turismo se refiere). A mediados de los años 80 comenzaron a mejorar los servicios que se ofrecían, se construyeron edificios de apartamentos, y abrieron sus puertas comercios como chiringuitos, heladerías, etc. Gracias a ello, durante el verano, empezaron a visitarnos turistas, sobre todo españoles que venían principalmente de Granada, Barcelona, y otras ciudades del interior; rabiteños o familiares de rabiteños que habían salido de nuestro pueblo años atrás; y también un considerable número de extranjeros. Esta tendencia se mantuvo hasta los primeros años del nuevo milenio. Sin embargo, todo quedó ahí. Los servicios no sólo no avanzaron, sino que iban deteriorándose año tras año (y esto afectó a los turistas, pero sobre todo, a los vecinos). La oferta se mantenía sin ofrecer nada nuevo. Las tendencias en los turistas cambiaron. Desapareció en veraneo, y la gente prefería repartirse sus vacaciones a lo largo del año, buscando otro tipo de ocio. Los vuelos al extranjero, sobre todo a París, Londres o Roma, bajaron de precio espectacularmente, por lo que el turismo interno prefirió otras opciones diferentes al sol y la playa. Los extranjeros encontraron en lugares como Marruecos, Turquía, o Croacia, alternativa mucho más interesantes que la de la costa española, y a un precio mucho más competitivo (por mucho menos dinero del que se gastaría en La Rábita, una familia podía pasarse una semana a todo lujo en un hotel en playas de estos países). El desarrollo de nuestra comarca se estancó, y en La Rábita –seguramente¬– más que ningún otro pueblo. Nuestros gobernantes no sólo andaban perdidos, sino que no supieron ver las oportunidades que se ofrecían, ni supieron generar valor añadido a nuestra oferta turística. Cada cuatro años, las propuestas eran las mismas, y como nunca se cumplieron, al final nos quedamos como estamos. Hoy por hoy, el turismo en nuestro municipio es insignificante y de muy mala calidad, a pesar de contar con un potencial envidiable.

De repente, un día te despiertas y ves que ha llegado a la alcaldía una persona joven. Aunque no te explicas cómo ni por qué, piensas que tal vez venga con nuevas ideas y nuevas estrategias debajo del brazo. Sin embargo, por las razones que mencionaba al principio, las propuestas seguían siendo las mismas que las que hubo hace diez años. La necesidad de limpiar y reformar nuestro litoral es indudable. Lo era hace años, y lo sigue siendo hoy. Pero a la hora de afrontar un proyecto tan importante, hay que analizar muy bien la situación actual, y hacer una buena proyección hacia el futuro. Una vez más: ¿hacia dónde queremos ir? Todo el mundo sabe que las condiciones actuales en la economía y en la sociedad no son las mismas que se daban hace diez años, por lo tanto los esquemas y la estrategia de desarrollo no pueden plantearse de una forma similar.

El “boom” inmobiliario de los últimos años provocó que a lo largo del litoral español se construyeran edificios, hoteles, urbanizaciones, campos de golf (que servían únicamente como acompañamiento y reclamo de las urbanizaciones), etc. La burbuja inmobiliaria estalló, y la construcción entró en crisis. En realidad, esta crisis no fue más que la derivación de la extraordinaria (es decir, no ordinaria) situación creada, a la normalidad. El mercado inmobiliario dejó de ser tan rentable. La situación con la que nos encontramos después de esto es: una costa esquilmada y destruida de norte a sur, parajes naturales de valor incalculable echados a perder (por el descaro de unos pocos y la avaricia de todos), edificios y urbanizaciones vacías o abandonadas a medio construir, campos de golf igualmente abandonados e inutilizables, gente endeudada y que ha perdido todo su dinero… y, en definitiva, un sector prácticamente en la ruina. Al hilo de esto, aun recuerdo todavía cuando hace no mucho tiempo (dos o tres años a lo sumo), se presentaron en nuestro municipio varias empresas con la intención de construir grandes urbanizaciones y un campo de golf inmenso en el litoral de nuestro municipio. Ofrecían opciones de compra y mucho dinero fácil, sobre todo a los propietarios de los invernaderos que ocupan ese espacio. Muchos de ellos creyeron en las promesas de estos profetas que venían dispuestos a inundar con grandes riquezas a vecinos que llevan toda su vida trabajando esas tierras. Algunos, incluso, llegaron a firmar una especie de pre-contrato con ellos. Es entendible que lo hicieran, pues, al fin y al cabo, era dinero fácil por unas tierras que cada vez tienen menos valor, y para un sector cada vez menos rentable. Fueron convencidos por un falso discurso en el que se afirmaba que la construcción de un campo de golf y urbanizaciones supondría el desarrollo del pueblo. Lamentablemente, cuando se habla de desarrollo, en la mayoría de los casos preferimos tener un burro grande que no ande, a uno pequeño que ande. No se pensó, o muy poca gente lo hizo –y lo hace– que, al no sufrir las consecuencias de la construcción descontrolada e insostenible, tenemos una oportunidad única de ofrecer un producto turístico diferente y mucho más valioso. ¿Se imaginan lo que hubiera pasado si las empresas mencionadas hubieran comenzado su proyecto? Imagínense: teniendo en cuenta la grave crisis del sector, con toda seguridad las obras hubieran quedado paralizadas poco después de comenzar; y lo peor, mucha gente habría perdido su tierra y no habría visto ni un céntimo del dinero prometido (esto ha pasado ya en muchos lugares).
Por eso, me sorprendió tanto que se volviera a retomar el famoso proyecto de regeneración. Dentro de dicho proyecto hay cosas que son imprescindibles, como dije, desde hace mucho tiempo. Me refiero a la defensa de la playa con la construcción de espigones, y a la regeneración del litoral. La playa está desapareciendo (la de El Pozuelo, por ejemplo, ya desapareció hace algún tiempo); y gran parte de ellas se encuentra en un estado lamentable por culpa de los agricultores que tienen en ella sus explotaciones agrícolas. Y aunque dicha actuación, como digo, es imprescindible, creo que cualquier intervención no debe hacerse a tontas y a locas, sino –con perspectiva en el largo plazo– previo estudio de las necesidades reales de nuestro municipio, y poniendo énfasis en lo que nos interesa en el presente y para el futuro. Por ejemplo, todavía no acabo de entender que se quiera seguir haciendo un paseo marítimo quilométrico. Hace años pudo tener su sentido (para mí nunca lo tuvo, aunque entiendo que para algunas persona hubiera resultado beneficioso), ya que dicho proyecto podría haber traído consigo la construcción de viviendas de todo tipo, enfocadas sobre todo al turismo. Pero hoy por hoy, no lo tiene. Su coste podría dedicarse a otros asuntos que requieren intervención con más premura, como por ejemplo, la mejora de todos los servicios, la conservación de nuestro patrimonio histórico, o el desarrollo del turismo histórico-cultural. Para ellos, sería necesario realizar un estudio integral de la situación, y en base a él, realizar las intervenciones que fueran necesarias, con un proyecto serio y, sobre todo, económicamente sostenible, que resulte beneficioso para toda la población.

A la hora de realizar dicho estudio y dicho proyecto, es necesario tener en cuenta los cambios que se han producido en el sector turístico en los últimos tiempos. Dicho sector tiene que convertirse en clave para nuestra economía, sobre todo cuando tenemos la certeza del estado de la agricultura y su incierto futuro. Por ello, teniendo en cuenta la situación actual, hay que tener en cuenta que es necesario, ante todo, ofrecer un turismo competitivo. Y ello, se consigue, sobre todo, añadiendo valor a nuestra oferta turística.

Al hablar de competitividad de un producto, en este caso, turístico, hay que tener en cuenta las ventajas comparativas y las ventajas competitivas con respecto a otras ofertas turísticas. Las primeras se refieren, a la dotación de recursos que se destinan al sector; y las segundas a la capacidad de añadir valor y, por tanto, calidad al sector a través de, sobre todo, el nivel de precios y las infraestructuras. Para que nuestro turismo sea competitivo, hay que tener en cuenta que nos encontramos en una nueva era turística, que se desarrolla en un entorno globalizado en el que se producen cambios constantes –sobre todo en las pautas de comportamiento de los consumidores–; y donde han aparecido nuevos retos, relacionados con el cambio tecnológico, la responsabilidad medioambiental, y las demandas renovadas del consumidor. Todo ello plantea la necesidad de cambiar la estrategia turística, a través de un nuevo modelo que debe estar basado en el conocimiento, la innovación, la productividad y la sostenibilidad, cosas de las que carece totalmente la oferta turística actual de nuestro municipio.

Otro aspecto fundamental para mejorar nuestra competitividad, debe ser la creación, por parte del ayuntamiento, de un contexto adecuado para el desarrollo de negocios turísticos competitivos y, sobre todo, innovadores. Para ello, debería promoverse la creación de leyes que favorezcan la eficiencia de las empresas; debería promoverse igualmente la cooperación entre el sector público y el privado; y deberían realizar planes sectoriales de competitividad para lograr eficiencia en los negocios y ofrecer mejor servicio a los clientes. Actualmente, carecemos por completo de estrategia política y económica para ello; por lo que, partiendo de cero, debería tenerse en cuenta tres factores en los cuales debe basarse toda actuación y todo proyecto: por un lado la llamada “nueva economía turística”, ampliamente estudiada, y basada en la innovación, el conocimiento, la captación de desarrollo y talento, la satisfacción del cliente y el éxito del negocio; también el ofrecimiento de valor al cliente, a través de la puesta en marcha de estrategias turísticas que diferencien y potencien la personalidad de nuestro municipio con respecto a otros, y la adaptación de nuestra oferta turística a los nuevos entornos tecnológicos, la cultura del detalle, y la atención al cliente; la sostenibilidad, que ofrezca la mayor eficiencia posible, garantizando la calidad del entorno natural y la cultura de nuestro municipio, además de la integración, el bienestar social y el importantísimo equilibrio socio-territorial (en este sentido, la regeneración de espacios naturales y la ordenación del territorio del que hablábamos antes resulta fundamental); y, por último, la necesidad de lograr un liderazgo compartido entre el sector público y privado, a través del desarrollo de acciones comunes que fortalezcan la conciencia de los beneficios comunes que el turismo ofrece tanto al sector en sí como al pueblo en general. En este sentido, lamentablemente, en los últimos tiempos no ha existido diálogo alguno entre los representantes políticos y el sector privado municipal, y cuando ha existido, el discurso se ha basado en la enemistad y la falta de colaboración. Es, por tanto, urgente, que se establezca un diálogo fluido para alcanzar consensos necesarios para poner en marcha una estrategia adecuada, de la que todos obtengamos beneficios.

Yendo más allá, incluso, parece necesario plantearse la oferta turística como producto global. Hasta hoy, únicamente hemos ofrecido turismo de sol y playa, olvidando por completo el turismo rural y el cultural. La situación resultante es la que tenemos hoy en día: ofrecemos un turismo de sol y playa muy deficiente, y tenemos una nula oferta de otros tipos de turismo (como el rural y el cultural) que añadan valor a nuestra oferta. Las cifras y datos turísticos de nuestro país ponen de manifiesto la necesidad de cambiar el modelo. Según el Ministerio de Turismo, nuestro país siguió siendo en 2009 el tercer destino turístico del mundo, gracias sobre todo a la caída de competidores directos como Grecia y Chipre, con un total de más de 52 millones de visitantes al año. Esta cifra, sin embargo, supone una caída de 8’7% con respecto a la cifra de 2008. Una de las mayores deficiencias del turismo español es su alto índice de estacionalidad, es decir, de concentración en pocos meses al año, en este caso, los que coinciden con el verano (junio, julio y agosto). Así y todo, dicho índice se ha venido reduciendo considerablemente (para turistas extranjeros del 0’71% en 1999 al 0’62% en 2009; y para turistas nacionales del 0’58 al 0’50) sobre todo gracias al desarrollo del turismo cultural en los meses de invierno. Estos datos ponen de manifiesto la importancia que tiene desarrollar un turismo alternativo para los meses de invierno. Un turismo que debe basarse no tanto en la buena temperatura y en la playa, cosas que tenemos, sino sobre todo en un turismo rural y cultural, que debería basarse en nuestro entorno natural, nuestro medio rural y nuestro rico patrimonio histórico y cultural.

En cuanto al turismo rural, no hay en nuestro municipio ni un pequeño atisbo de desarrollo del sector, a pesar de que contamos con una riqueza y un entorno envidiable. Nuestra agricultura, la tradición vitivinícola y pesquera, el hecho de estar situados en un entorno natural característico y original, son solo algunos ejemplos de lo que atesoramos. Sin embargo, ni por parte de la autoridad pública ni las inversiones privadas, han sabido sacar provecho de ello. Nuestro turismo sigue basándose, ante todo, en el alquiler de apartamentos, es decir, en el alojamiento temporal. Pero los datos demuestran que esta deriva es equivocada. Resulta que en los últimos años, mientras la oferta de alojamiento ha ido en aumento, la demanda de apartamentos para alquiler en verano ha descendido considerablemente. Sin embargo, lo único que ha aumentado espectacularmente ha sido la oferta (con una tasa de variación interanual del 6’9%) y la demanda de alojamiento turístico rural (con una tvi del 3%). La demanda de apartamentos por su parte ha descendido un 7’7% y la de hoteles un 6’6%. Otro dato importante es que la demanda de camping se ha mantenido más o menos en los mismos niveles. Está claro, pues, dónde está el futuro. Los alojamientos rurales como los campings contribuyen sobremanera a la diversificación de la oferta, y ello contribuye muy positivamente al turismo sostenible y a la rentabilidad económica. Según el Ministerio de Turismo “no cabe duda de que el alojamiento rural es el que más decididamente ha venido contribuyendo a la diversificación del modelo turístico español, al tiempo que se ha erigido en una especialización turística de algunas CCAA y zonas turísticas emergentes, algunas de las cuales se identifica hoy con esta oferta de alojamiento como estandarte de una opción productiva basada en el turismo”. Al mismo tiempo, dicho ministerio alerta de que gran parte de la oferta de apartamentos se hace de forma ilegal, representando la legal un volumen casi testimonial de la cantidad que participa en el mercado turístico, lo que tiene consecuencias muy negativas para dicho mercado y su imagen.
Como digo, la actividad turística debe ser siempre compatible con el medio ambiente y con el medio social en que se inserta. Para decirlo de alguna forma, nuestro turismo representa nuestra realidad ambiental, geográfica y, ante todo, social. La competitividad está relacionada directamente con nuestra capacidad para poner en marcha un mercado turístico de calidad, integrado en el entorno y enfocado a la conservación medioambiental. Estas cuestiones son importantísimas para crear dicho mercado en el nuevo entorno turístico del que hablaba anteriormente, basado en la segmentación del mercado, diversificación del producto y desestacionalización de la oferta. A mayor diversificación, mayor competitividad. Por ello, no basta con el sol y con la playa, sino que hay que ofrecer más cosas; cosas importantísimas a la hora de elegir un destino vacacional. Cuando un turista elige dónde pasar sus vacaciones, suele fijarse en dos grupos de elementos. Por un lado, elementos culturales, como el folclore, el patrimonio y los eventos culturales; y por otro, elementos clásicos, como la accesibilidad, el precio y la seguridad. En cuanto a los culturales, nuestro municipio posee un rico folclore y un rico patrimonio, aunque no dispone de un calendario adecuado de eventos; y en cuanto a los clásicos, por el momento, nuestros pueblos no son accesibles ya que no hay vías de comunicación adecuadas, no son seguros y no ofrecen un precio inferior a otros destinos mejores.

Al mismo tiempo, la anteriormente mencionada preferencia por fraccionar las vacaciones ha provocado que disminuya la estacionalidad. Por tanto, hay que buscar fórmulas de comercialización de un producto turístico a través del ofrecimiento de actividades complementarias atractivas y de calidad. Nuestro municipio no ofrece un turismo de calidad, ni en verano ni en invierno; por ello es necesario realizar un plan integral que contenga una estrategia global para mejorar nuestro turismo, y que contemple no sólo la mejora de las condiciones de la oferta veraniega, con una mejora de todos los servicios, sino que debe contemplar el aprovechamiento de nuestro patrimonio histórico y cultural, que es enorme, pero se encuentra en condiciones lamentables. Las ventajas del aprovechamiento de nuestro patrimonio, y del desarrollo del turismo cultural serían enormes: en cuanto a los factores productivos, un mayor y mejor aprovechamiento del capital, reduciendo costes y aumentando la rentabilidad; en cuanto al trabajo, la prolongación del periodo de tiempo durante los trabajadores están empleados; en cuanto a la demanda, un disfrute de los servicios ofrecidos durante más tiempo, e instalaciones de mayor calidad y atendido por personal mejor cualificado, lo que supondría una mayor fidelización del cliente; y en cuanto a la oferta, un aumento de los beneficios de las empresas al ofrecer sus servicios durante más tiempo, y un mejor servicio gracias a la mano de obra cualificada.
Está claro que a lo largo del año, la oferta de turismo se enfoca en dos tipos de zona geográfica: durante el verano, la costa, que ofrece turismo de sol y playa; y durante el invierno, las ciudades históricas, que ofrecen patrimonio artístico y cultural. Hay zonas, como la nuestra, con poblaciones históricas cerca o en el mismo litoral, que tienen un potencial enorme, pues están en condiciones de ofrecer las dos cosas, emergiendo el turismo cultural como oferta complementaria al de sol y playa, ofreciendo ese “algo más” que piden los turistas. Nuestro municipio está en condiciones de ofrecer ambas cosas, pero la pésima gestión por parte de los gobernantes, el desinterés, la falta de ideas y motivación, ha provocado que sigamos estancados, con un modelo anticuado, ineficiente e insostenible. Hace falta, por tanto, implantar un modelo coherente en la gestión de los recursos culturales, coordinación entre la administración municipal, las instituciones públicas y las empresas. De igual modo, los profesionales del turismo deber ser eso, profesionales, y colaborar activamente en dicho desarrollo, participando, por ejemplo, en la conservación y protección del patrimonio (a más calidad más clientes, a más clientes más consumo, y a más consumo más beneficio). Por último, es imprescindible la asociación efectiva entre los sectores público y privado; así como la interlocución entre entidades locales, regionales, nacionales e internacionales. En definitiva, aunque el turismo de sol y playa y el cultural son distintos, son perfectamente complementarios, en especial para zonas con riqueza cultural próximas al litoral; las ventajas de la desestacionalización son enormes, y su explotación es beneficiosa para todos los agentes involucrados en la explotación turística; por último, el turismo cultural constituye una oportunidad única para potenciar el turismo en localidades que ofrezcan eventos culturales atractivos y de calidad.
Contamos, pues, con un potencial único y envidiable. Sólo es necesaria una buena gestión y actuaciones que no sean cortoplacistas. La estrategia no puede basarse en conceptos e ideas del pasado, sino que es necesario tener bien clara cuál es la realidad presente para enfocar nuestra visión y camino en el futuro. Lo primero que se debería hacer es estudiar profundamente nuestra situación actual, extrayendo conclusiones que nos permitan actuar con más énfasis allí donde más falta hace. Estamos hablando de nuestro futuro, por lo que no podemos actuar a tontas y a locas. Tampoco podemos dejar llevarnos por la grandilocuencia, sino que tenemos que enfocar nuestro turismo y nuestro desarrollo en la calidad. Hay muchos ejemplos de poblaciones que así lo han hecho, obteniendo éxitos indiscutibles. También hay ejemplos de pueblos que apostaron por lo fácil, por la cantidad, por la construcción indiscriminada y masiva, por los grandes beneficios a corto plazo, y que actualmente están sumidos en un profundo fracaso. Animo a los actuales gobernantes y a los futuros a que lo tengan en cuenta a la hora de afrontar las reformas que son necesarias. Los animo también a que expliquen al pueblo las cosas como son, sin ofrecer lámparas mágicas, sueños irrealizables ni gallinas de los huevos de oro, simplemente mostrando las alternativas más eficientes. Unos y otros tienen –tenemos– que saber que, tanto para el turismo como para cualquier otro sector, las apuestas del pasado ya no sirven, y que de la misma forma tampoco sirve el estilo y la forma del gobernar del pasado. Cambian las caras, pero las ideas y las formas siguen siendo las mismas. Si el mundo cambia, y la sociedad cambia, ¿por qué nuestros políticos y sus ideas siguen siendo las mismas?

V. D. L. R.